Este año, el Club Atalaya-Ateneo de la Villa de Cieza celebra el 25º aniversario del Museo del Esparto: un cuarto de siglo dedicado a la conservación, estudio y difusión de la historia, la memoria y los valores del esparto, y que constituye la aportación más importante del ateneo a la recuperación del patrimonio cultural de la Cieza invisibilizada.
Desde su inauguración, el Museo ha sido un espacio vivo donde pasado y presente puedan dialogar a partir de sus recuerdos y contenidos, adquiriendo vida propia y pidiendo su prolongación en el tiempo evocador. Y así, esas fibras ásperas, cuyos olores y fragancias envuelven su trato y manejo, esos rudos aperos tan adaptados a un uso humano e inteligente, esos ruidos monótonos y familiares, esas voces fraternales de charla y advertencia... evocan las manos curtidas y afanosas, la huella de la lucha y el enfrentamiento ante el patrón, no siempre amable o generoso.
Y ha querido, sobre todo, retener en la historia la fuerza de aquel trabajo y el alma creativa de tan singular manufactura (de manu facturae, obra hecha a mano, según el Diccionario). Pues ha creído que era esto, precisamente esto, lo que había que preservar con más cuidado y atención.
La creación del Museo respondió a la necesidad, cultivada durante largos años por las gentes del Club-Ateneo, de salvaguardar un patrimonio que estuvo a punto de quedar sepultado bajo la losa de este pueblo, de perderse después de dar forma durante siglos a la economía local, marcando la vida cotidiana generación tras generación y contribuyendo a definir la identidad social y cultural de Cieza.
Durante estos 25 años el Museo ha logrado reunir una colección única en su especie, herramientas, máquinas y enseres que fueron esenciales ayudando a las manos a manejar el esparto a través de ese itinerario transformador que domaba la fibra silvestre para hacerle adoptar aquella multitud de usos personales, domésticos e industriales que se sigue evocando y también añorando.
A todo esto se han ido añadiendo testimonios orales, fotografías antiguas y tantos documentos que permiten comprender cómo y hasta qué punto el esparto articulaba un modo de vida austero y adaptable, una conciencia de grupo y clase y una “educación sentimental”, de un pueblo esencialmente obrero y trabajador, que se abría paso en torno al monte y el esparto, su transformación utilitaria y su trabajo comunitario.
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